sábado, 2 de mayo de 2015

Mas Sobre Leyendas Perunas.

Lari Lari

Mas Sobre Leyendas Perunas.


Como estrella fugaz cae del cielo, si lo llamas o señalas cambiará su rumbo y llegará a donde tu estés, ojos grandes y muy brillosos (si te mira, caerás en su encanto) tiene cuatro patas, su pelaje es muy brillante y tiene una extensa cola que parece la de un cometa caído del cielo, algunos dicen que en esa cola tan enorme lleva el alma de sus víctimas.
Su pelaje aparte de brilloso es muy abultado, toma la forma de un gato pero su cabeza es más grande de lo común.
Mi abuelo se dedicaba al comercio entre Puno – Tacna siendo el año de 1930, llevaba en sus mulas muchos costales de sal, para cambiarlos en la sierra, me contó que durante la noche, mientras el sol se acuesta, una estrella rompe el cielo, baja a gran velocidad hacia la tierra, pero cuando cae a tierra, toma inmediatamente la forma de un gato y recorre la tierra. Jamás se presenta de día, ya que debido a su origen oscuro, la luz del día es su peor enemigo.
Mi abuelo tenía una chacra en Puno, en Yunguyo donde todos los años iba a trabajar para la cosecha de papa y maíz, un día mientras él y los campesinos que trabajaban con el recorrían los cerros, vieron algo que jamás olvidarían, contemplaron una fogata en medio de la oscuridad, esa fogata era rodeada por muchos gatos de distintos colores y pelaje, así como de tamaño, los saltos y movimientos que daban hacia parecer que danzaran.
En el medio de ellos estaba el Lari Lari, sentado y contemplando a sus compañeros, asustados por lo que sus ojos veían, decidieron retirarse lentamente, temiendo que si al darse cuenta de su presencia algo podría pasarles. Sin embargo por más que intentaron moverse, sus piernas no respondían, así que permanecieron en silencio hasta que el sol saliera y las criaturas de la noche se retiren.
Mi abuelo me contó que cuando un recién nacido estaba por nacer, toda la familia cuidaba la habitación en donde se encontraba la madre, cuidaban al niño antes y después de que el naciera, hasta que estuvieran seguros de que nada podría pasarle al recién nacido. Algunos solían poner un vaso de agua cerca a la madre y sal en la entrada de la puerta y ventanas, la luz de esa habitación jamás debería ser apagada.
Siendo el año de 1985 comenzó un éxodo de gente de la sierra hacia las ciudades del sur del Perú, debido a la crisis que vivía el país y al terrorismo que cada día avanzaba más, cuando llegaron a Tacna la gente pensó que aquí en esta nueva tierra de oportunidades podrían comenzar todo de nuevo, dejando de lado el dolor y la pobreza que habían vivido, pero cuando llegaron no solo se encontraron con la indiferencia de algunas personas, sino con viejos enemigos, uno de ellos el Lari Lari, pero ahora no tenían la protección que tenían antes, si bien hacer guardia para cuidar al recién nacido era necesario. Aquí estaban solos, ya no tenían la ayuda de sus familiares.
Era muy conocido que los Lari Lari solo podían tener un enemigo, debido a la importancia que la historia les dio, los gatos negros fueron muy comunes en hogares, contaban de ellos que les hacían frente a esta criatura misteriosa y muchas veces los ahuyentaban de las casas que intentaban entrar, la crianza de gatos negros se extendió hasta el día de hoy, tiempo después de que la ciudad se levantara aún se puede escuchar llantos de bebés de noche, y cuando intentas buscar al recién nacido, lo único que veras es un gato enorme corriendo por las calles y por más que intentes alcanzarlo jamás lo lograras.
El siempre estará aquí, esperando por una víctima.
Fin
Relato sugerido para jóvenes y adultos.

Los Hermanos Ayar – Mito peruano

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Según este mito, en tiempos muy remotos aparecieron cuatro hermanos con sus respectivas hermanas que al mismo tiempo eran sus esposas: Ayar Manco, Ayar Cachi, Ayar Ucho y Ayar Auca, todos los cuales salieron de unas cuevas o pacarinas ubicadas en el cerro Tamputocco que queda en el lugar llamado Pacaritambo, cerca a Paruro, al sur del Cusco.Pacarina quiere decir, precisamente, lugar de origen; y ellos, en busca de una tierra fértil donde residir, emigraron rumbo al norte, hacia el Cusco. Varios años duró este peregrinaje, en los cuales sucedieron hechos prodigiosos, como la transformación de Ayar Cachi en Huamán o gavilán, y la transformación de Ayar Ucho en ídolo de piedras que después se le llamó huaca de huanacauri.
Mientras tanto, Ayar Auca, convertido en ave tomó posesión del sitio donde después fue levantado el templo del sol; luego de lo cual también se transformó en ídolo o huaca de piedra.
Fin

El perro pulgoso – Leyenda peruana

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Cuentan los antiguos moradores de Hualmay, que en el barrio el Tropezón había un perro que se aparecía solamente por las noches y comenzaba a rascarse el cuerpo de tantas pulgas que tenía.
El animal recorría casi todo el barrio en busca de sus alimentos, pero nadie le daba nada, los días pasaban y el pobre animalito era echado por los vecinos del lugar para que no les dejara sus pulgas, le tiraban de palo, le aventaban agua fría y lo correteaban a pedradas.
Cierta vez en una alejada chocita de esteras que estaba habitada por unos paisanitos llegados de Huaraz, el perro comenzó a frecuentar muy seguido por las noches, el barón de la chocita se levanto a ver de quien se trataba y al ver al perro que se rascaba le cómenos a llamar con mucho cariño ofreciéndole su amistad, cosa que el animal rechazo en su primera instancia, pasado las noches siguientes, el perro nuevamente apareció por la choza de estos personajes humildes, de acuerdo a su pobreza comenzaron a darle de comer en un pote de calabaza, pan frió remojado con agua de trigo pelado.
Una vez que el animal se hizo amigo de los paisanitos, estos comenzaron a despulgarlo con mucha paciencia durante la media noche. Así sucedió por varias oportunidades, hasta que un buen día el perro comenzó a rascarse delante de ellos que asombrados veían como caían las pulgas al suelo, tuvieron tanta paciencia y pena por el animalito que no atinaron a echarlo, sino mas bien trataron de alimentarlo para que pueda irse tranquilo, al otro día muy temprano al levantarse la pareja encontraron varias pepitas de oro justo en el lugar donde el perro se había rascado.
Esta pareja muy emocionada recogió las pepitas de oro, llegando a reunir una gran cantidad de ellos, que les sirvió para poder comprar el terreno donde estaban viviendo, llegando a construir su casa de material noble, al que llamaron con mucho cariño “La Villa del Perro Pulgoso”.
Fin

La misión del colibrí. Leyenda Peruana

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Cuentan que hace muchísimos años, una terrible sequía se extendió por las tierras de los quechuas.
Los líquenes y el musgo se redujeron a polvo, y pronto las plantas más grandes comenzaron a sufrir por la falta de agua.
El cielo estaba completamente limpio, no pasaba ni la más mínima nubecita, así que la tierra recibía los rayos del sol sin el alivio de un parche de sombra.
Las rocas comenzaban a agrietarse y el aire caliente levantaba remolinos de polvo aquí y allá.
Si no llovía pronto, todas las plantas y animales morirían.
En esa desolación, sólo resistía tenazmente la planta de qantu, que necesita muy poca agua para crecer y florecer en el desierto. Pero hasta ella comenzó a secarse.
Y dicen que la planta, al sentir que su vida se evaporaba gota a gota, puso toda su energía en el último pimpollo que le quedaba.
Durante la noche, se produjo en la flor una metamorfosis mágica.
Con las primeras luces del amanecer, agobiante por la falta de rocío, el pimpollo se desprendió del tallo, y en lugar de caer al suelo reseco salió volando, convertido en colibrí.
Zumbando se dirigió a la cordillera. Pasó sobre la laguna de Wacracocha mirando sediento la superficie de las aguas, pero no se detuvo a beber ni una gota. Siguió volando, cada vez más alto, cada vez más lejos, con sus alas diminutas.
Su destino era la cumbre del monte donde vivía el dios Waitapallana.
Waitapallana se encontraba contemplando el amanecer, cuando olió el perfume de la flor del qantu, su preferida, la que usaba para adornar sus trajes y sus fiestas.
Pero no había ninguna planta a su alrededor.
Sólo vio al pequeño y valiente colibrí, oliendo a qantu, que murió de agotamiento en sus manos luego de pedirle piedad para la tierra agostada.
Waitapallana miró hacia abajo, y descubrió el daño que la sequía le estaba produciendo a la tierra de los quechuas. Dejó con ternura al colibrí sobre una piedra.
Triste, no pudo evitar que dos enormes lágrimas de cristal de roca brotaran de sus ojos y cayeran rodando montaña abajo. Todo el mundo se sacudió mientras caían, desprendiendo grandes trozos de montaña.
Las lágrimas de Waitapallana fueron a caer en el lago Wacracocha, despertando a la serpiente Amarú. Allí, en el fondo del lago, descansaba su cabeza, mientras que su cuerpo imposible se enroscaba en torno a la cordillera por kilómetros y kilómetros.
Alas tenía, que podían hacer sombra sobre el mundo.
Cola de pez tenía, y escamas de todos los colores.
Cabeza llameante tenía, con unos ojos cristalinos y un hocico rojo.
El Amarú salió de su sueño de siglos desperezándose, y el mundo se sacudió.
Elevó la cabeza sobre las aguas espumosas de la laguna y extendió las alas, cubriendo de sombras la tierra castigada.
El brillo de sus ojos fue mayor que el sol.
Su aliento fue una espesa niebla que cubrió los cerros.
De su cola de pez se desprendió un copioso granizo.
Al sacudir las alas empapadas hizo llover durante días.
Y del reflejo de sus escamas multicolores surgió, anunciando la calma, el arco iris.
Luego volvió a enroscarse en los montes, hundió la luminosa cabeza en el lago, y volvió a dormirse.
Pero la misión del colibrí había sido cumplida…
Los quechuas, aliviados, veían reverdecer su imperio, alimentado por la lluvia, mientras descubrían nuevos cursos de agua, allí donde las sacudidas de Amarú hendieron la tierra.
Y cuentan desde entonces, a quien quiera saber, que en las escamas del Amarú están escritas todas las cosas, todos los seres, sus vidas, sus realidades y sus sueños. Y nunca olvidan cómo una pequeña flor del desierto salvó al mundo de la sequía.





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